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lunes, 12 de marzo de 2012

AMANTES DE CARA AL MAR: CAPÍTULO 1 (1/2)

por CLAUDIO MADAIRES

Si deseas leer la novela completa, envía un correo:
claudio.madaires@gmail.com




CAPÍTULO I


Mar del Plata, enero



Después de la última noche juntos, Arnaldo había llegado a la conclusión de que Mara era mujer capaz de cualquier cosa, así que decidió darle un final definitivo a la relación lo antes posible. Temía que los dos llegaran a un límite de pasión descontrolada, más allá del cual ninguno pudiera volver atrás. Mara era atractiva en grado extremo, pero pasional y obsesiva hasta tal punto que asfixiaba a Arnaldo, hombre acostumbrado a vivir sin otra preocupación que las diversiones de fin de semana, la buena literatura, los buenos vinos y las mujeres fáciles y descartables.
—Te espero en nuestro hotelito, Mara —le dijo Arnaldo por celular, una vez organizado el plan—. Deseo verte. No sé cómo podré soportar la espera hasta mañana. Haré la reserva ahora mismo...
—Yo misma haré la reserva, querido —respondió Mara con voz sincera y cargada de poderosa tensión erótica—. Eres el hombre de mi vida y no veo la hora de estar a tu lado, hoy y siempre.
—Me hablas como si me conocieras desde hace mucho mucho tiempo, Mara... Hace dos semanas éramos absolutos extraños...
—Nunca fuimos extraños. Siempre nos buscamos, de una manera u otra. Te conozco desde hace siglos, amor...
—Debe haber sido en alguna vida pasada —respondió Arnaldo con inocultable ironía.
—En todas nuestras vidas pasadas fuimos amantes: en todas, querido mío... Y también en las futuras seremos amantes...
—Eres una mujer encantadora e inteligente, Mara; aunque muy fantasiosa...
—Ya verás que no... Ya verás...

Esa misma tarde, bebiendo una cerveza negra en la terraza del Torreón del Monje a la espera de que Mara le confirmara la reserva en el pequeño hotel que a ambos les había encantado, Arnaldo se preguntó por qué se tomaba tanto trabajo por una mujer a la cual necesitaba olvidar cuanto antes mejor. Era claro para él que Mara deseaba una relación definitiva, una relación tan insoportable como gelatina tibia y pegajosa. Hasta había asegurado que estaba dispuesta a divorciarse de su marido —hombre veinte años mayor que ella—, para vivir con él lo que nunca había vivido con ningún otro.

«El error de esta temporada de verano fue haber iniciado una relación de más de una semana con una misma mujer», pensaba Arnaldo, terminando su primera botellita de cerveza. «Aunque Mara me sienta bien desde varios puntos de vista, incluyendo el financiero, a la larga me conviene diez mil veces más vivir sin tantos lujos pero tranquilo y sin responsabilidades sentimentales. Al fin y al cabo, el verano en estas latitudes tiene ocho semanas, y ahora me quedan sólo cuatro para disfrutar de otras mujeres hermosas.»

Al fin sonó el celular:
—Todo arreglado, amor —dijo la voz de Mara, como si estuviera derritiéndose de placer carnal—. Reservé «nuestra» habitación, la «trece».
—Eres una mujer para nada supersticiosa. En eso te pareces a mí.
—No es que sea indiferente, querido mío —respondió Mara con seriedad—; es que el número trece es de buena suerte en todo Oriente. Era un número importante y positivo para los egipcios. Y aquí en Occidente simboliza muchas cosas buenas, salvo para algunas iglesias...
—Para mí el trece es un número como cualquier otro. No creo ni en la astrología, ni en la numerología, ni en las ciencias ocultas...
—Me conformo con que creas en el amor...
—Lo intento, Mara. Siempre estoy intentando creer en el amor.
—Al menos miente que lo intentarás conmigo.
—Por supuesto —mintió Arnaldo—. No estaría hablando contigo si no fuera a intentarlo.
—Nunca cambiarás, ni en diez siglos.
—Nunca esperes que cambie. Jamás.
—Nunca esperé que lo hicieras. Te acepto tal como eres, como siempre te he aceptado...


Continúa en la próxima entrada


© 2012 CLAUDIO MADAIRES. All rights reserved. De su libro AMANTES DE CARA AL MAR

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